Al menos, en los años 70.

Cuando llegué a Lima por primera vez en 2006, todo el mundo (peruano) me preguntaba anhelante por el Cholo Sotil. Naturalmente, me sonaba el nombre, pero al no interesarme el fútbol, sólo recordaba vagamente a un señor de ceño adusto, melena negra y planta cimeria.

Sin embargo, me dio un alegrón cuando me dijeron que Kiko Ledgard era peruano. ¡Kiko Ledgard!

Ledgard fue un héroe de mi infancia. Presentó (y parece ser que fue el generador) del concurso más famoso de la historia de la TV española, el Un, dos, tres. Era un personaje escueto de cuerpo, risueño, educado y encantador. Y el blanco y negro le sentaba fenomenal.

Me gustaba mucho y no tenía ni idea de que fuera peruano. O de que no fuera originariamente español. Ni siquiera me parecía que tuviera un acento exótico. A lo mejor, de haberle considerado con rigor semirracional, lo hubiera tomado por canario, pero yo era muy niño para plantearme siquiera ese tipo de cuestiones de origen.

Un día, Kiko desapareció de la tele. Poco después, mis padres se compraron nuestro primer televisor a todo color, allá por 1985. Cambié el Un, dos, tres por Falcon Crest.

Pero durante mucho tiempo, este señor reinó en la TV española.